Klee medianamente comprensible

Klee medianamente comprensible

Klee

Klee medianamente comprensible

En una estancia en Roma a fines del siglo XX, Mercedes y yo fuimos una tarde-noche a ver una exposición de Klee en el Palazzo Ruspoli, en la via del Corso. A los cinco minutos yo había salido. El esfuerzo que me exigía el pequeño formato y la variedad de las obras me superó totalmente.

Gabriele Münter. Hombre en un sillón (Paul Klee en Munich). 1913. Lenbachhaus. Munich.

Gabriele Münter. Hombre en un sillón (Paul Klee en Munich). 1913. Lenbachhaus. Munich.

Esperé  un largo rato por Mercedes, que al salir me dijo que le había parecido interesantísima y que le había impresionado la finura de Klee. Ambos hechos, mi salida y el comentario de Mercedes, supusieron un mazazo a mi capacidad de apreciación artística. A pesar de que desde antes me parecía maravilloso El tamborilero, yo aparqué a Klee en un lugar específico de mi conciencia como un pintor genial, singular, pero incomprensible, y allí estuvo durante años, sin esfuerzo alguno por mi parte para sacarlo de ese estado.

 

En 2013, mi cuñada Flor, de vuelta de una estancia de dos semanas en Londres, me contó que había ido a la Tate Modern a ver una exposición de Klee (Paul Klee: Making visible), y, con la ayuda de los paneles explicativos que formaban parte de la exposición, había llegado a apreciar y a entender a Klee.

La pintora rusa Alexandra Korsakoff, mujer del pianista Gottfried Galston, pintó así a Paul Klee en 1919. Galston organizaba cada semana una velada musical con amigos en su casa de Munich, a la que solía acudir Klee y su mujer Lily, a escuchar y a tocar (Klee el violín, Lily el piano).

La pintora rusa Alexandra Korsakoff, mujer del pianista Gottfried Galston, pintó así a Paul Klee en 1919. Galston organizaba cada semana una velada musical con amigos en su casa de Munich, a la que solía acudir Klee y su mujer Lily, a escuchar y a tocar
(Klee el violín, Lily el piano).

Totalmente confiado en la pedagogía cultural anglosajona, me hice con el catálogo de exposición, con la esperanza de que podía servirme para activar en mi conciencia al aparcado Klee. No fue así. Ojeé el catálogo y me pareció excesivamente denso. Decidí hincarle el diente en mejor ocasión, que se presentaba incierta e incluso un mero pretexto para que Klee siguiera para mí en el reino de lo singular e incomprensible.

Pero en mayo de 2014 visité con Mercedes la Lenbachhaus de Munich, recién abierta tras años cerrada por obras de remodelación en el edificio, dirigidas por Forster. Este templo de Der Blaue Reiter, del expresionismo muniqués, me deparó una de las experiencias estéticas más sublimes que yo haya experimentado.

A la vuelta a Tenerife, conseguí por medio de Amazon el catálogo de obras de este museo, que ya había ojeado en sus salas. Entre mis recuerdos, mis fotografías y la buena información que me proporcionó el catálogo, titulado en su versión inglesa The Blue Rider, realicé un esfuerzo de comprensión de esta rama del expresionismo pictórico alemán y despertó de nuevo Klee, cuya presencia en aquel templo había sentido en una obra suya que me impresionó, Lugar destruido, de 1920, y en el retrato de Gabriele Münter Hombre en un sillón, de 1913, en el que aparece Klee con bigote y barba negra y sus grandes ojos con una mirada perdida en sus propias reflexiones.

Ernst Ludwig Kirchner acudió a Berna en 1934 a una exposición de Otto-Meyer Amdem y visitó a Klee y a Lily, que ya vivían en Berna. De esa visita surgió este dibujo de Kirchner sobre Klee y Lily.

Ernst Ludwig Kirchner acudió a Berna en 1934 a una exposición de Otto-Meyer Amdem y visitó a Klee y a Lily, que ya vivían en Berna. De esa visita surgió este dibujo de Kirchner sobre Klee y Lily.

Más por mi admiración por el Kandinsky de Munich, que es el Kandinsky presente en la Lenbachhaus gracias a la donación de obras hecha por Gabrielle Münter, su compañera de entonces, más por mi admiración por Franz Marc, August Macke, Alexei Jawlensky, la Werefkin y la propia Münter, que por Klee mismo, comprendí que había llegado el momento de intentar entender a los pintores modernos de más difícil comprensión para mí: Kandinsky, Klee y Delaunay, muy admirado por los miembros de Der Blaue Reiter.

Sé que no he abarcado a Klee completamente, objetivo  no fácil por la abundancia y variedad de su obra, pero, con la ayuda inestimable de estudiosos suyos, como Werner Haftmann, Jürgen Glaesemer, Christian Geelhaar, Otto Karl Werckmeister, Richard Verdi, Kathryn Porter Aichele, Christine Hopfengart y Michael Baumgartner, se me ha tornado por fin medianamente comprensible y he aprendido a apreciarlo. Su poderosísima y sorpresiva creatividad ya ocupa un lugar de honor en mi comprensión de la pintura moderna.

Índice de contenidos

  1. Biografía de Paul Klee (1879-1940)
  2. La pintura de Klee
  3. Los múltiples estilos compositivos de la pintura de Klee
  4. Klee y la naturaleza
  5. Autorretratos
  6. El rostro humano
  7. Sexualidad y erotismo
  8. Klee y la ópera
  9. Klee y la Literatura
  10. La desmitificación de la iconografía tradicional
  11. La pintura socio-política de Klee
  12. La Muerte
  13. Otras obras de Klee
  14. Bibliografía

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